El principio es el final. Un flash despiadado, gratuito, tal vez sin sentido. Un golpe de cincel en una piedra sin destino, donde una lágrima de siglos, resbala lentamente.
La subjetividad es un lujo, la visión interior, una enfermedad mental, porque ya no tenemos derecho a ser humanos, sino tan solo a ser portadores de miradas vacías de contenido, desconectadas de nuestro corazón exhausto de ser bombeado para alimentar estadísticas.
Réquiem sí, duelo por la sensibilidad, que es el tacto de lo intangible, de la caricia de los sueños, de lo que se expresa en un latido, de la medida intuida de las formas previas y posteriores al acto que nos hace humanos, jugando a ser dioses pequeños, a ser niños y libres, porque además, en esa libertad hay respeto por las reglas del juego, y está implícita la íntima valoración de lo otro, como posibilidad, reconocimiento y asombro ante lo diverso del lenguaje humano. La grandeza de la apertura a otras realidades, que son parte de nuestra esencia.
¡Qué extraño vocabulario! dirán quienes se quedan afuera, pero lo más inquietante son los conceptos, que tímidamente se esconden a través de las palabras.
No puede expresarse algo semejante sin dolor, y lo asumo. Rebeldía e impotencia me impulsan; se puede apreciar la frustración, más allá de lo personal porque estoy reivindicando a “la persona”.
Hay muchos aspectos a valorar, tan diversos y complejos que no me siento capaz de abordarlos con el rigor que merecen, yo tan solo comparto mi experiencia creativa. Aquí si puedo expresarme, y es desde ahí, desde donde una inmensa desolación me define.
Réquiem por el Arte, así comenzaba, pero en realidad no es cierto, el Arte no ha muerto, no puede morir lo que no se manifiesta formalmente, tal vez el motivo sea, que se le esté privando de vivir en la plasticidad de la materia, aludiendo a Platón. Quizás la cuestión es que escasean verdaderos artistas, porque el proceso de cualquier acto creativo genuino necesita, un receptor, de algún tipo de idea, o visión interna que conecte con ese mundo, intuido, nutritivo, y real, de una belleza, siempre por expresar, algo inagotable y vivo.
Pero eso requiere descondicionamiento, apertura y sinceridad.
Añadiría también, algo de humildad y capacidad de asombro.
Estoy cansada de ver sometimiento y mediocridad, cuando no, superchería, banalidad, vanagloria, postureo y seudo intelectualismo. Veo desfilar, toda clase de injusticias y despropósitos. Todo es muy sencillo, pero absolutamente imposible de cambiar.
No hay interés por el arte, en la mayoría de los casos por falta de sensibilidad. ¿Quién no ha visto en una Inauguración cualquiera, personas charlando en grupo, de espaldas a las obras, impidiendo que sean vistas por los demás? Detrás de cada obra hay una persona que, a su manera está ofreciendo su trabajo. Se merece respeto.
Ferias de Arte, otra opción para admirar a los consagrados, en muchos casos, es así, en otros… nos deleitan las propuestas más “innovadoras”, como por ejemplo enmarcar el espacio vacío, o firmar la autoría de un vaso de agua. Puede aceptarse la sugerencia poética de los objetos que nos rodean, ahí están para todos, si se sabe mirar. Otra cosa es la apropiación, de eso, para fines comerciales. Se acepta, que a partir de la contemplación, de cualquier objeto o sujeto, pueda surgir esa inspiración o seducción íntima, de otra realidad más amplia y profunda. Pero se necesita al artista, que se implique con toda su humanidad, para recrear mundos posibles, porque esa es su aportación, ese es para mí, su logro.
Decía, que reivindico a la persona, y al principio lo expresé a partir de una imagen intuida: una lágrima de siglos, resbalando lentamente en una piedra, sin destino.
No quiero hablar de academicismo, nada es absolutamente necesario, es más, puede llegar a ser una carga para quien está sugiriendo alas. No quiero dogmatizar sobre nada, pero es cierto que el academicismo entrena la visión y el trazo. Solo entono, para mí, muy íntimamente, una palabra, una melodía o un concepto que no tiene dueño: libertad. ¿Libertad del suicida?
Siempre hay que elegir, se trata de eso, pero no voy a infravalorar, la urgencia del “a la carta”, cuando hay que subsistir. Es duro.
La difusión de la obra es muy complicada, ya no hay mecenas.
¿La venta? No hay compradores, no hay dinero, no hay mercado.
Tienen que darse unas condiciones idóneas, porque el dinero no implica sensibilidad, y existen verdaderos estetas sin recursos. He conocido a varios.
En espera de conjunciones mágicas, revelaciones insospechadas, o revoluciones solidarias…
Aquí estoy.